Como me he comprometido con las personas que me han escrito, desde distintos lugares y con distintas funciones, a título individual y como medios de comunicación, aquí está el relato íntegro de, lo que hasta el día de hoy, más de 100 personas que trabajamos en el Campyco de Bejar, sabemos todas de la
violación de una de nuestras niñas, una disminuida de nombre “J”.En un día de Junio de este año,
26 de junio del 2008, el ambiente era festivo, eufórico.
La selección española de fútbol había roto el maleficio por el que nunca se conseguía pasar de cuartos de final en ningun campeonato mundial.
En esos días, todo el mundo tenía a la selección en la boca, y era el principal punto de atención de niños y mayores.
Nuestro centro no es distinto. Todos sus usuarios tienen pasión por el fútbol, de una u otra forma, y habían visto todos los partidos hasta la fecha, al menos aquellos niños o usuarios que habitualmente tienen permitido ver la televisión por la noche.
El partido era la semifinal.
España jugaba contra una Rusia que ya había sido vencida en la primera ronda.
Y todo el mundo esperaba algo similar...
El partido comenzó a las 9 de la noche, y el país entero estaba paralizado.
Los niños esperaban el partido con más emoción que los adultos que les cuidan. Todo giraba alrededor de una pantalla de televisión.
Tras la primera parte y el descanso,
llegó la hora del cambio de turno de las cuidadoras y el ordenanza, cuatro mujeres y un hombre, que se encargan del cuidado de todos los usuarios del centro durante la noche.
Nadie más.
Y con esa tranquilidad y sensación cómoda de que nadie te vigila, nadie te está metiendo prisa ni está observando tu trabajo, las cuidadoras y el ordenanza se fueron al “cuarto de cuidadoras”, donde hay una cafetera que ayuda a pasar la noche y una nevera con algunas cosas, aparte de los LIBROS DE INCIDENCIAS, que es la más clara de las razones por la que una de las cuidadoras se podría ausentar de su puesto de trabajo (en todo momento deben estar vigilando y atiendo a los niños).
Como otras tantas veces,
las cuidadoras (como yo he hecho en miles de ocasiones) nos permitimos el dejar a los niños sin vigilancia, y limitarnos a echar un vistazo de vez en cuando.¿Para qué más? Nadie nos vigila, nadie sabe que ocurre... es un trabajo cómodo y no hay razón para complicarse la vida, ni para enfrentarse a un sistema opresivo y dañino si intentas salirte de “lo que siempre se ha hecho”.
A pesar de que no está permitido por la ley, existe alcohol en el centro.
Aunque suene increíble,
algunas personas se han permitido en ocasiones “premiar” con alcohol a algún usuario o darles de beber, a pesar de ser todos ellos personas que toman diariamente y de forma crónica medicación psiquiátrica, que pueden ser desde calmantes como el valium a otros fármacos más peligrosos como los que se usan contra la epilepsia o contra los estados delirantes con alucinaciones.Por supuesto que jamás se debe mezclar ninguno de esos medicamentos con alcohol... y menos en un centro público de cuidado de disminuidos psíquicos.
Aún así, era un día con más razones para “festejar” y menos para trabajar.
Así que mientras en la planta de los módulos C y D estaban los usuarios viendo el partido en una sala,
en otro cuarto las cuidadoras y el ordenanza, bebían cerveza y disfrutaban de estar en un cómodo lugar “cuidando niños disminuidos”.El ambiente fue poniéndose mas eufórico por momentos, España iba a ganar la semifinal y por primera vez en años, iba a jugar una final de un campeonato del mundo.... alegría para todos, y toda la atención centrada en un aparato de televisión.
La compra de bebidas alcohólicas y refrescos en el centro, es un hecho que a pesar de su explícita prohibición (como la del tabaco, que se incumple sin miramiento alguno, en los cuartos, las aulas y los despachos) es de conocimiento absoluto por parte de los responsables que han pasado por ese centro, y que actualmente lo dirigen.
La “máquina de bebidas”, que es una cámara frigorífica con un candado, que
controlan y abastecen los ordenanzas, ya que son quienes ganan un dinerito extra con el negocio. También venden agua, a pesar de que se han puesto dispensadores de agua en varias zonas del centro, gratuitos, pero que como tienen que ser “mantenidos” por el personal del centro... no están disponibles.
En la noche,
ya que no existe vigilancia alguna, lo habitual y que todo el mundo hace, es
mandar a uno de los niños a por las bebidas, como si estuvieran ellos para servirnos y, a veces, se les da el dinero para pagarlas y que puedan quedarse con una propina.
Aunque camareros improvisados, no siempre con el respeto que cualquier camarero tendría, y muchas veces
llevan una nota con “el pedido” que incluye frases humillantes como por ejemplo: “dale 4 cervezas a este mariquita”.Y como camareros que son, también deben encargarse de devolver los cascos y botellines que no se tiran a la basura.
Este fue el momento que el violador aprovechó para poder violar a su víctima de nuevo (no ha sido sólo esta ocasión, como varias veces ha hecho saber la niña).La fiesta de celebración de la victoria de España en la semifinal se prolongó, y en un momento dado,
se ordenó a esta niña, “J”, que fuera a devolver los botellines vacíos de las cervezas que se habían bebido hasta ese momento las cuidadoras y el ordenanza.Eso suponía tener que subir a otra planta, y quedar a una considerable distancia de las personas que la cuidaban.
El violador, lo sabía y no perdió la ocasión.
Según “J” se encaminó hacia la planta superior, detrás de ella fue el ordenanza que esa noche gestionaba “la maquina de bebidas”.
Y lejos de cualquier medio que registrase los pasos de unos y otros, acometió el abuso.
Estando a solas con ella, en una planta totalmente vacía y que sólo se usa durante el día, y con las llaves de acceso a todas las aulas y despachos del lugar, la hizo entrar en el lugar que quiso.Cómo se desarrolló la violación es algo que quedará en la memoria de dos personas: el violador y “J”, su víctima.
Pero dispuso de todo el tiempo sin interrupción alguna, sin que las cuidadoras fueran en busca de “J”, ya que tampoco podían saber si tras cumplir su misión como “sirvienta de las cuidadoras”, había vuelto a la sala con el resto de usuarios o no.
Pero mientras el ordenanza, la hacía desnudarse, abrirse exponiéndose a su gusto, penetrarla y forzarla a realizar cuanto le apetecía, desde su posición de autoridad y sin necesidad de someterla físicamente, ellas seguían celebrando.........
España pasaba a la final de la Eurocopa.
“J” acababa de ser violada, una vez más.
Lo que ocurrió después es un maremagnum de diferentes versiones, en las que cada cual intentó salvar su cabeza,
ocultar lo que había ocurrido y procurar que “J” no siguiera comentándole a los demás lo que acababan de hacer con ella.Como hecho cierto y no opinable, está que
las ropas que llevaba “J” durante la violación, y que contendrían parte de los restos que demostraban la implicación sexual de su agresor, fueron a la lavandería y dejaron de existir como pruebas. Y que horas después, se duchó a la usuaria eliminando cualquier huella de lo ocurrido.Posiblemente, esta violación hubiera sido una más en la cadena de abusos que algunas niñas del centro han sufrido,
de no ser porque un chico del centro, que es el “novio de J”, se mostró agresivo y muy alterado durante la comida del día siguiente: sabía que su novia había sido violada... y sabía quién había sido el violador.Una de las trabajadoras del centro, que tal vez por su labor como educadora no había escuchado mencionar algo así antes, escuchó a los usuarios hablar y se dio cuenta de que lo que estaban relatando era la violación de una de las usuarias...
por boca de su novio, que decía querer matar al responsable.Ahí se inició una cadena de acontecimientos que han hecho de esta agresión sexual, algo que puede servir para que no queden impunes estos actos.
Se informó inmediatamente a la directora de lo que afirmaba la usuaria, y fueron llamados el médico del centro y la psicóloga. Pero en lugar de llevarla inmediatamente al hospital y avisar a la policía, se intentó indagar desde dentro
(sin que la cosa trascendiera fuera del centro) sobre lo que había ocurrido.
Desde ese momento, y hasta que varias horas después,
la víctima fue llevada al ambulatorio de Béjar, pasó por distintas manos, en un continuo proceso de interrogatorio que cada persona iniciaba de nuevo cuando tenía ante sí a la usuaria.Errores como que se le cuestionase una y otra vez si era cierto lo que decía, que
se le presionara “para que no dijera mentiras”, o que hubiera momentos en que se la dejase a solas con alguna de las personas que llevan años trabajando allí, sin más testigos presentes, fue algo que no tiene justificación.
De hecho, lo que decían haber escuchado unas y otras personas, cuando ejerciendo sus labores como supuestas profesionales capacitadas, difería continuamente... pero no lo que ella seguía afirmando, a pesar de la grotesca situación en que se la colocó:
“el ordenanza me hizo el amor pero yo no quería”.Que triste, que repugnante... una niña violada que dice que su agresor le había “hecho el amor” contra su voluntad, ya que ella “no quería”.Aún así, la
opinión profesional y psicológica de alguna de las que la tuvieron en interrogatorio,
a solas y sin testigos, es que su testimonio no era demasiado fiable... ya que no tenía claro si era un acto que no le hubiera gustado, al fin y al cabo.Y que tal vez no habría que darle demasiada importancia.Pero los hechos, y la actuación de una persona que no está totalmente contagiada por la inercia de décadas de secretismo y encubrimientos, y que sabía la responsabilidad legal que le correspondía en caso de no poner en conocimiento de la policía algo así, hizo que
finalmente se trasladase a “J” al hospital.Como dice el escrito que, desde un sindicato, se ha hecho firmar al personal del centro, con la coacción y presión del grueso de trabajadores:
“TODO EL MUNDO SABÍA QUE NO HABRÍA PRUEBAS”Y así fue.
No se realizaron pruebas en el ambulatorio, aunque nadie sabe porqué.
No es que se hicieran y resultasen exculpatorias.
No es que se pudiera probar de ninguna forma que la violación había sido falsa, es que simplemente se sabía que se habían destruido.Y aunque se siguió el procedimiento, aunque sin las ropas del momento de la agresión, o tras haber duchado a la usuaria,
la cosa se fue encaminando a que todo lo que quedase finalmente, fuera la palabra de una niña disminuida psíquica contra la de un ordenanza de un centro público.Los testimonios reales de las cuidadoras, que tendrían que haber tenido en todo momento a “J” vigilada, atendida y cuidada, habrían sido suficientes.
Pero... ¿cómo aceptar el hecho de que en lugar de hacer nuestro trabajo se estaba en otro lugar conversando?
¿Cómo aceptar que eso es una práctica habitual?
¿Cómo aceptar que existe un mercado de bebidas alcohólicas extraoficial en un centro de disminuidos psíquicos?
¿Cómo reconocer que se usa a los disminuidos como recaderos para llevar y traer las cervecitas a los trabajadores que están siendo pagados por cuidarles?¿Cómo reconocer que con sus actos, sus omisiones, y posteriormente su silencio, habían sido cómplices en una violación?
Cuando he hablado a solas con una de las que aquella noche tuvieron la mala suerte de trabajar, ambas
hemos acabado llorando asustadas de lo que hemos llegado a ser, y comprendo que no sepan como romper con todo esto.Las demás, evitan hablar de esa noche, como si no hubiera existido, y todas continuamos como si nada hubiera pasado: las mismas prácticas, las mismas costumbres.
Seguramente ya en ese momento se podía intuir cuál sería el final de esta historia que, en su inicio, parecía poder ser distinta...
Esa misma noche que “J” es llevada al ambulatorio tras seguir insistiendo en que había sido violada, a pesar de
la coacción que supone para una persona con disminución psíquica que, las que cada día viven con ella y son sus cuidadoras, la presionen diciéndole “que lo que dice es mentira”, “que es una invención”, “que no puede decir eso de un trabajador”... esa misma noche la víctima volvió a dormir a pocos metros de su violador.A pesar de haberse conocido el hecho, el ordenanza volvió a trabajar esa noche como si nada hubiera ocurrido.
Pero para “J” ya todo era distinto.
No sólo el ambiente irreal que estaba respirando, sino el gesto de desprecio o la falta de afecto que se le mostró por parte de quienes para ella, son sus mayores soportes afectivos.
Ahora ya “no la querían y le decían que no mintiera”... sin entender qué había hecho mal ella.A tal punto llegó la situación en la mente de “J”, que el médico del centro tuvo que ser llamado fuera de su horario para que administrase sedación a la víctima... y quien le abrió la puerta del lugar, era el propio violador.Ella
tuvo que ser sedada por una crisis de angustia.Él seguía cómodamente, como cualquier otro día, campando a sus anchas... en el
CAMPYCO DE BÉJAR.Y si nadie hace nada, si todo sigue igual, si desde
Valladolid y los responsables de la Junta de Castilla y León no hacen algo para evitarlo... el agresor que abuso sexualmente de una niña disminuida, seguirá cuidando la puerta de su casa.¿O quién sabe si no sólo cuida de una de sus víctimas, en un lugar donde
muchas usuarias no pueden ni siquiera hablar?Lo que ya resulta esperpéntico es que
el violador, al haber salido sin demasiado problema de este embrollo...
PORQUE NO HABÍA PRUEBAS...
se pretenda sacar un dinero a costa de todos, reclamando al centro y sus gestores una indemnización por daños y perjuicios...Hasta ahí llega la burla y la humillación a todas las mujeres y a nuestras conciencias, haciéndonos parte y cómplices de ese hecho... porque hay que defender a un compañero de trabajo.
Total, si psicológicamente la profesional del centro dice no estar segura de “si le gustó o no le gustó” la violación...Ya no puedo más.
Porque no olvido que yo he sido con mis actos una miserable más.
Lo siento, que Dios me perdone estos años de silencio.
Lo siento de verdad... daría mi vida porque pudiera dar marcha atrás a todo aquello que hice o callé.
Lo siento.